EUROPA
PRESS
26 enero
2017
Una nueva investigación indica que las personas que tuvieron más
infecciones cuando eran bebés albergan un marcador clave del envejecimiento
celular cuando son adultos jóvenes: los tramos de protección del ADN que
"tapan" los extremos de sus cromosomas son más cortos que en los
adultos que se mantuvieron más saludables durante la infancia.
Los
hallazgos, publicados este miércoles en 'American Journal of
Human Biology', aportan más conocimiento sobre cómo
la intrincada interacción entre la genética y el medio ambiente afecta a la
salud humana. "Estos hallazgos son importantes y sorprendentes porque, en
general, 'tapas' más cortas de los cromosomas están asociadas con una mayor
carga de la enfermedad en el futuro", resume el autor Dan Eisenberg, profesor asistente de Antropología en la
Universidad de Washington, Estados Unidos.
Los
"tapones" que midieron Eisenberg y sus coautores
se llaman telómeros y son largos tramos de ADN en los
extremos de nuestros cromosomas que protegen nuestros genes de cualquier daño o
una regulación inadecuada. Un científico ganador del Premio Nobel que estudia
los telómeros los ha comparado el plástico o metal
que cubre los extremos de los cordones de los zapatos, el cual, cuando se
desgasta, deja el cordón del zapato expuesto al desgaste y la degradación de
las fuerzas ambientales.
De la
misma forma, los telómeros no duran para siempre,
sino que, en la mayoría de nuestras células, los telómeros
se acortan cada vez que una célula se divide y cuando se vuelven demasiado
cortos, la célula deja de dividirse o muere. Eso hace que la longitud de los telómeros sea particularmente importante para las células
de nuestro sistema inmunológico, especialmente los glóbulos blancos que
circulan en nuestro torrente sanguíneo.
Cuando
se activan contra un patógeno, los glóbulos blancos experimentan rondas rápidas
de división celular para incrementar la fuerza defensiva contra el invasor
infeccioso. Pero si los telómeros en los glóbulos
blancos ya son demasiado cortos, el cuerpo puede luchar para montar una
respuesta inmune eficaz. "Muchos estudios, en animales de laboratorio y
humanos, han asociado telómeros más cortos con
resultados de salud deficientes, especialmente en adultos", subraya Eisenberg, quien añade que pocos han abordado si eventos
tempranos en la vida de una persona pueden afectar a la longitud de los telómeros.
Para
responder a esta cuestión, Eisenberg se centró a la
Encuesta de Salud y Nutrición Longitudinal de Cebú, que ha rastreado la salud
de más de 3.000 niños nacidos en 1983-1984 en la ciudad de Cebú, en Filipinas.
Los investigadores recopilaron datos detallados cada dos meses de las madres sobre
la salud y los hábitos de alimentación de sus bebés hasta los 2 años de edad.
Las madres informaron sobre con qué frecuencia sus bebés tenían diarrea --un
signo de infección-- así como la frecuencia con la que amamantaron a sus bebés.
A
medida que estos bebés crecieron, los científicos recopilaron datos de salud
adicionales durante encuestas de seguimiento durante 20 años. En 2005, 1.776 de
estos descendientes donaron una muestra de sangre, momento en el que eran
adultos jóvenes de 21 o 22 años de edad. Eisenberg
midió la longitud de los telómeros en las células de
esas muestras de sangre y combinó los datos sobre la longitud de los telómeros en la edad adulta con información sobre su salud
y hábitos de alimentación durante la infancia.
Más casos de diarrea, asociados con telómeros más cortos
De esta
forma, descubrió que los bebés con casos de diarrea más altos entre los 6 y los
12 meses también presentaban telómeros más cortos
como adultos. Este periodo de seis meses es la edad típica del destete de los
bebés, así como un tiempo de aumento de la movilidad y la exploración y, por
tanto, un momento en el que las enfermedades infecciosas en los bebés alcanzan
su pico. Teniendo en cuenta la situación del medio ambiente y la salud pública
en la ciudad de Cebú en ese momento, estos casos de diarrea fueron causados
probablemente por infección, doce Eisenberg.
La
infección diarreica es un problema de salud mundial muy grave, ya que es la
segunda causa de muerte en niños menores de 5 años. La asociación que Eisenberg detectó entre esta infección y los telómeros es lo suficientemente grande como para influir en
el envejecimiento de manera importante. Por ejemplo, aquellos con un nivel
promedio de infección diarreica cuando eran bebés, en comparación con aquellos
que no informaron de haber sufrido infecciones, mostraron el equivalente a tres
años adicionales de "envejecimiento" de los telómeros,
basándose en la tasa de acortamiento de los telómeros
entre los adultos de mediana edad.
Una
explicación es que los adultos tienen telómeros más
cortos porque sufrieron más infecciones cuando eran niños, ya que las
infecciones estimulan las replicaciones celulares y la inflamación, lo cual
puede acortar los telómeros. No obstante, Eisenberg, planta otra explicación posible: "También
podría ser que tuvieran telómeros más cortos al
nacer. Y, tal vez como resultado, eran más susceptibles a las infecciones a los
entre 6 y 12 meses y mantenían estos telómeros cortos
en la edad adulta. Si este fuera el caso, entonces los telómeros
pueden ser un determinante importante de si los niños de todo el mundo sucumben
a las infecciones diarreicas".
Sorprendentemente,
el equipo de investigadores no encontró asociación entre la lactancia materna y
la longitud de telómeros en su descendencia cuando
llegaron a la edad adulta. "Esperábamos ver una relación entre la
lactancia materna y la longitud de los telómeros
porque los bebés reciben anticuerpos producidos maternalmente a través de la
leche materna, lo que les ayuda a combatir los patógenos mientras se
desarrollan sus propios sistemas inmunológicos --relata Eisenberg--.
Además, los bebés amamantados tienen menos probabilidades de estar expuestos a
agentes infecciosos a través de alimentos y agua contaminados".
Además,
un estudio de 2016 informó que, entre 121 niños latinos de California, la
lactancia materna exclusiva en las primeras seis semanas después del nacimiento
se asoció con telómeros más largos a los 4 o 5 años.
Pero hay muchas razones que podrían explicar la diferencia entre el análisis
del pasado año en California y este nuevo estudio de Filipinas, según Eisenberg.
"Si
la lactancia afecta a la longitud del telómero,
podría ser que el efecto desaparezca a los 21 años --sugiere Eisenberg--. Además, los bebés en estos estudios eran de
partes muy diferentes del mundo, lo cual probablemente afecta a los patógenos a
los que estaban expuestos y a los otros hábitos típicos de crianza de las
mujeres que amamantan". Eisenberg anima a buscar
más datos sobre la salud, la longitud de los telómeros
y el medio ambiente para resolver el debate.